Formar personas felices y buenas, esta debería ser la gran revolución educativa. Queremos escuelas que formen personas que, dentro de 20 años, puedan cambiar el mundo. Pero, ¿cómo lo podemos hacer ahora? Sembrando dentro. Hay un yo exterior, el que se puede ver, oír, tocar. Y hay un yo interior que tiene una profundidad infinita, abierta al misterio, a lo sagrado, al elemento previo de toda religión. Es lo que denominamos interioridad. El corazón sería una dimensión dentro de esta. El ser humano se mueve en un constante ir y venir entre el interior y el exterior. Es el movimiento vital de todo ser, que oscila constantemente entre la expansión y la vuelta al centro para encontrar en él la Fuente de la Vida. Atender a nuestro interior es estar en contacto con nuestro propio centro, nuestro eje vital. Es un despertar y un descubrir que todos tenemos un tesoro, un potencial y una fuerza interior para gestionar positivamente las situaciones de la vida. “Es en la interioridad en lo que resuena lo exterior, y es desde la interioridad desde donde salimos hacia lo externo” . En este sentido, el silencio nos remite a lo esencial. Es una respiración, una puerta de entrada a la interioridad y a la conciencia de uno mismo. A su vez, el silencio es el pegamento, es el estado natural de la vida, es la posibilidad de encontrarme con el otro. → ORIENTACIONES PASTORAL EDUCATIVA 2019-2020 → LEMA DEL CURSO → CANCIÓN DEL CURSO: "SÍ QUE PUEDES" |